miércoles, 17 de noviembre de 2010

JOSÉ SARAMAGO: CAIN


Caín pone de manifiesto lo que hay de moderno y sorprendente en la prosa de Saramago: la capacidad de hacer nueva una historia que se conoce de principio a fin. Un irónico y mordaz recorrido en el que el lector asiste a una guerra secular, y en cierto modo, involuntaria, entre el creador y su criatura. 
“…Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el Cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios,  inmediatamente nos esclavizamos a él”.

Es una perspectiva acerca de nuestra concepcion de un Dios y el como nos aferramos a él por miedo a sentirnos solos en el universo. Pero el Dios que aqui nos muestran no es como el que todos conocemos o queremos pensar sino es un ser poderoso que se aprovecha del mismo para hacer con el ser humano lo que le venga en gana.

Precisamente se demuestra que Dios hizo al hombre a su semejanza con todas sus virtudes pero también con sus defectos, el todopoderoso que nos muestran aquí no es justo e imparcial, sólo es irresponsable, sádico, malo... ¿Cómo puede un ser tan omnipotente y omnipresente ser tan vil y cruel? Para este Dios somos unos titeres a los que puede manipular y lo ha demostrado con cada una de sus acciones, pero nadie se atreve a cuestionar ésta conducta sólo permiten que pase sin considerar el daño que causa. 

Es aquí donde nuestro heroíco personaje, Caín hace su aparición, heroico en el sentido de que es el único que hasta ese momento se atrevió a cuestionar las acciones de su Dios. ¿Cómo es que Dios permite tantas injusticias en el mundo, tanto sufrimiento y dolor? 

A Caín le es concedido el poder de viajar por el tiempo de una extraña manera, siendo testigo de las atrocidades de este Dios tan malvado y evitándolas, interrumpiendo la diversión del señor.
…“La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él”.

Éste no es el resumen de un libro, es la concepción de esta humilde narradora que concuerda con el autor de la obra, quiero decir, nadie tiene la certeza de la personalidad de un Dios, simplemente es una invención del hombre a la cual se le deposita una fe y le es conferida cierta veracidad en base a ello, es por eso que el ser humano se ha arraigo tanto a la idea de un ser supremo. Cuestionarnos sobre la existencia de un Dios o sobre sus capacidades y acciones no tiene nada de malo, al contrario, cada quien tiene su forma de pensar distinta.